El arte es mi forma de vida, es mi manera de transitarla, una profunda vocación de entrega que me permite construir mi existencia.
En mi trabajo juego con la reconstrucción constante de una nueva realidad, los significados son el reflejo de mis creencias más intimas.
El arte se expresa pese a uno mismo, la verdad de lo que siento se manifiesta en mi obra.
Solitaria en mi taller, evoco mi plano superior, el plano mas eterno, trato de no interferir en su manifestación, y así generar la huella que marca mi camino.
Que hace que yo sea un artista? Así como el poeta usa metáforas y giros, el músico melodías y acordes, yo uso las formas, el color, las líneas.
Me fascina tener la posibilidad absoluta de poder trabajar con estos elementos y generar mi propio lenguaje para disfrutar del placer estético en esa libertad que se genera en el espacio interno.
El lenguaje y la simbología que hay en mis obras, aparentemente son propios, pero es sorprendente corroborar que son universales, tan universales y antiguos que se desvanecen en mi persona, fundiéndome en el símbolo mas vivo del hombre universal.
Es el inconsciente colectivo, atesorado cofre, donde la humanidad guarda sus riquesas.
Libertad, acierto, tenacidad y compromiso en el acto de crear es lo que busco, y al lograrlo la meta se corre, el horizonte es infinito, como la vida misma. Nunca se llega, pero el camino lo disfruto en el eterno presente. Por eso el arte me acompaña, llena mis días, y le da un sentido a mi existencia.
El gusto por la materia, la libertad del gesto, son elementos que juegan en mi estética y los maestros que me han mostrado ese camino son Antonie Tapies, De Kooning y Alberto del Monte.
Mi maestro constructivista, del Monte, es el límite a mis excesos, aunque hoy el ya no este, sus enseñanzas permanecen vivas dentro de mi.
Cada artista es un punto en una línea infinita, desde ese lugar no existe el ego, vivimos todos bajo la misma causa, la superación de la conciencia humana.
Cuando la pintura provoca, genera un puente que nos une y allí ascendemos en un viaje del alma, así la plástica que no usa las palabras, transforma desde la emoción con una vibración inconsciente.
Un lenguaje universal nos une, nuevamente ese lenguaje se cultiva en esa caja subterránea, donde flotamos sin tiempo ni espacio, donde dejamos el yo para ser nosotros. La pulsión de ascender desde la energía vital, es el peregrinar humano, al cual yo llamo evolución.
El sentido del arte lo da uno, la búsqueda personal, el sendero transitado es nuestra obra que al elaborarla la arrojamos al mundo.
La constancia es la llave que abre a lo indescifrable y nos muestra secretos sutiles que articulan los cambios.
En mi pintura la cruz es el encuentro con el otro, es la unión, son los opuestos, opuestos que gracias a las diferencias suman y completan.
El circulo, es la totalidad donde no existe principio ni fin, donde todo se equilibra por un movimiento eterno que impide cristalizar la energía.
El circulo es la eternidad, el equilibrio perfecto, es mi propio centro.
El gesto es mi respiración, es materia viva plasmada en la tela.
El silencio, la quietud y la contemplación durante mi búsqueda son los que me dan las respuestas para poder continuar.
El estar y contemplar logra que las puertas se abran permitiéndonos ver nuestro propio significado.
Nadie puede ser ni mas ni menos que lo que es, por lo tanto lo que veo afuera es lo que llevo dentro. Yo soy mi obra.