Rebeca Mendoza nació en Buenos Aires el 24 de octubre de 1967. Desde muy pequeña se sintió atraída por el dibujo y la pintura. A los seis años comenzó a pintar sobre cartones entelados desde un lugar personal y libre sin asistir a ningún taller. A los 15 años (1982) ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes Regina Paccis y al egresar continuó sus estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, donde obtuvo el título de Profesora de Pintura en 1990. Allí tuvo como maestros a Miguel Ángel Vidal y Ary Brizzi, entre otros. Fuera de las escuelas, los maestros que dejaron un profundo legado en su carrera son Alberto Delmonte, pintor, y Aurellio Macchi, escultor.
Sus comienzos fueron netamente figurativos. En la década de los ochenta solía afirmar que solo entendía la figuración y que jamás pintaría arte abstracto. Para ese entonces, sus pinturas eran retratos, naturalezas muertas y figuras humanas. Durante siete años estudió modelo vivo con Aurelio Macchi, el gran escultor argentino. Al centrarse en aprender el oficio del dibujo, se abrieron las puertas a uno de sus conceptos actuales más importantes: “la estructura del cuerpo es una totalidad en la que la buena relación de las partes concentra la armonía del todo”. Con posterioridad, se observará cómo este sistema de relaciones marca en ella una decisiva forma de mirar e interpretar el universo.
En ese mismo período, a fines de la década de los ochenta, ingresó en el taller de Alberto Delmonte, quien la introdujo en los primeros conceptos del arte constructivista de la escuela de Torres García del Río de la Plata. Una vez más, sin ser consciente en ese momento, fue Delmonte quien le habló de relaciones y estructuras que responden a sí mismas y no a la imitación de la realidad. Sin duda, estaba en ella ahondar en ese aspecto y despojarse de la necesidad de la apariencia de las cosas. Esa etapa fue un período de síntesis y goce por las estructuras en sí mismas. Comenzó a jugar libremente con cierta simbología natural que le surgía y utilizó el número de oro, o proporción áurea, como método compositivo.
En el año 1994, en un viaje a Estados Unidos, se relacionó con un grupo de artistas en Nueva York y decidió quedarse. Junko Ishijara, de Gallery Juno, se interesó por sus obras y le dio la posibilidad de preparar una muestra individual con un año de anticipación. Eso fue decisivo para buscar un estudio y establecerse en esa ciudad. Se mudó al Lower East Side, Manhattan, en Clemente Soto Vélez, un centro artístico que albergaba a más de 70 artistas. Durante los siguientes seis años, se dedicó a pintar, participó de numerosas muestras, trabajó en Studio in a School como artista/docente y comenzó a practicar yoga y meditación zen, dos disciplinas que le abrieron otra puerta para resignificar su obra en relación con el cuerpo, la emoción y la acción. Durante casi su séptimo año allí, comenzó a viajar asiduamente a la Argentina para estar en contacto con sus seres queridos. Sentía que era un momento clave en el que se acercaba la necesidad de decidir si se quedaba en Nueva York o se volvía a la Argentina.
Yo la conocí en 1999 y desde entonces comenzó a forjarse nuestra amistad. Finalmente, decidió volver a nuestro país y trabajar desde su lugar de origen. Aquí la esperaba un destino muy satisfactorio, con gran desarrollo fundamentalmente humanístico. Funda, sin darse cuenta, una escuela de arte en la que muchísima gente, yo incluida, encontró un lugar donde trabajar el ser interior encauzado en la plástica. Con una filosofía muy contundente e interiorista, Rebeca sumergió a sus alumnos en sus propios universos para que pudieran sacar a través del lenguaje de la pintura su más profundo deseo.
Durante la década siguiente trabajó incansablemente en sus pinturas y en la enseñanza en su taller. En el año 2011, en Buenos Aires, Ricardo Coppa Oliver se interesó por su obra y desde entonces fue el galerista que presentó sus trabajos en diferentes oportunidades con muestras tanto individuales como grupales. El 21 de mayo del 2014, Ricardo inauguró la muestra Diálogos de Rebeca y un grupo de alumnos. Esta fue la última presentada en su galería, ya que días después él partió de este mundo dejando esta muestra como cierre de su trayectoria como galerista. Para Rebeca la mirada de Ricardo Coppa fue un estímulo invaluable, por su prestigio y trayectoria como galerista, fundador de Palatina, Principium y luego Galería Coppa Oliver, y también porque él era quien manejaba la obra de su maestro Delmonte cuando ella estudiaba con él a fines de la década de los ochenta.
Hoy, después de estas idas y venidas, Rebeca Mendoza, a quien conozco profundamente, vuelve a Nueva York invitada por la galerista Junko Ishijara para presentar Beyond Words en Gallery Juno.
La pintura de Rebeca tiene una fuerte connotación existencial, que no solo le sirve a ella para entender su paso por la vida, sino que invita a quienes la contemplan a conectarse con este lenguaje en el que ella cree profundamente y al que llama más allá de las palabras.
Agustina Lopez Saubidet