La pintura es un estado de conciencia condensado en un lenguaje visual. Uno de los desafíos de esta serie, Serie Rosa, es que el lenguaje emerja en forma natural desde la integridad del ser y no como producto de la razón. Al decir “integridad del ser” me refiero a una sincronicidad entre el cuerpo, la emoción y la acción evaluados desde la certeza interna y liderados por la intuición.
En esta serie busco el diálogo y la armonía entre el color y la formas. Busco que las manchas emerjan por una necesidad imperiosa de la estructura misma, para constituir un todo en equilibrio, con sus colores, sus tonos, sus estructuras y, cada tanto, esas líneas que sostienen pero a la vez irrumpen en la suavidad de los rosas con la fuerza de los negros. Entablar un diálogo que potencie estas dos fuerzas es una de las cosas que me interesa.
Mi obra no es producto de la búsqueda de la razón, sino que ella misma crea sus necesidades existiendo en sus aciertos y alimentando mi conciencia. Asumida como artista conocedora del lenguaje plástico, me sumerjo en las leyes de la emoción, la intuición y la fuente arquetípica de la energía creadora para jugar con la certeza permanente de lo efímero.
El lenguaje de la pintura es un lenguaje secreto. Desbloquearlo y descubrirlo toma tiempo. Una hermosa manera de dialogar con la pintura es habitar en la metáfora visual y desde esa entrega generar un diálogo que alimente el encuentro de almas. Tal vez tengamos suerte y la belleza nos sorprenda, simplemente nos invite a la contemplación de un mundo sin juicios, tan solo un poema visual.
El arte devuelve conscientemente lo que cada uno tiene dentro.